Bajo el signo de la distensión

Los acontecimientos de Checoslovaquia en 1968 (su independencia en busca de una vía propia), y el conflicto con China, movieron a los dirigentes soviéticos a intensificar sus esfuerzos en favor de una relajación en Europa. Esta política de distensión había encontrado cada vez mayor eco entre las naciones industrializadas de Occidente, ya que parecía también adecuada para reducir los gastos de armamento en rápido crecimiento. La condición indispensable para ello era que estuviese asegurado el problema central de la cuestión alemana. La ascensión de la República Federal a socio comercial favorito de los países del Comecon influyó indudablemente en el cambio de postura de Bonn. El ingreso de los dos Estados alemanes en la ONU sirvió para reforzar la posición de la Unión Soviética en Europa, quedando sujeta al Derecho internacional.
La resolución de la cuestión alemana abrió el camino a las negociaciones de toda Europa. Breznev había instado en 1969 a la celebración de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) a fin de anunciar la predisposición de la Unión Soviética a la distensión. La conferencia, celebrada en Helsinki en 1973, y que reunía a estadistas europeos y norteamericanos, trataba con unos intereses difíciles de armonizar: la Unión Soviética deseaba conseguir una garantía irrefutable de su posición, Occidente insistía en un compromiso en cuanto a la garantía de los derechos humanos y de las libertades fundamentales como condición previa para lograr una verdadera distensión. La libertad de información y de opinión exigidas chocaron especialmente con una fuerte oposición por parte soviética, ya que en ella veían un peligro de infiltración ideológica.

Relativamente sencillo fue, en cambio, llegar a un consenso fundamental en cuestiones económicas, pues la búsqueda de ayuda occidental por parte de todos los países del Comecon para la realización de sus programas de industrialización fue bien acogida por las naciones industrializadas de Occidente, para las que ello suponía una ampliación de su mercado. No obstante, los representantes soviéticos no lograron que éstas aplicasen a la Unión Soviética en los tratos comerciales la cláusula de nación más favorecida. Independientemente de las dificultades, el compromiso entre ambos grupos de Estados distendió la situación, sobre todo en Europa central. La CSCE fue un éxito para su iniciador Breznev, que con la conferencia vio reforzada su posición tanto en su propio país como frente a los demás partidos comunistas.
Los esfuerzos integradores de finales de la década de 1960 y principios de la de 1970 se vieron limitados en gran medida a la coordinación del comercio dentro del Comecon y a la planificación económica. Los efectos del drástico aumento de los precios del petróleo en 1973 sobre las naciones industrializadas de Occidente repercutieron favorablemente en la Unión soviética, ya que los demás países del Comecon, debido a la carencia de moneda libremente convertible y a su creciente endeudamiento con Occidente, pasaron a depender aún más de los suministros de crudo soviéticos. La fuerte y creciente competencia dentro del mercado internacional aumentó el atractivo del Comecon como "mercado interior socialista", y llevo a su ampliación territorial; después de Cuba (1972) se produjo en 1978 el ingreso de Vietnam en calidad de miembro de pleno derecho; además de Finlandia, también se asociaron Irak, y México, obteniendo el status de observadores Afganistán, Etiopía, Angola, Yemen del sur, Laos y Corea del Norte. En momentos precisamente de restricciones económicas a nivel mundial, este mercado ejerció también una cierta fuerza de atracción sobre los países en desarrollo.
Generalmente, la opinión pública occidental se mostraba claramente inclinada a aceptar el término "distensión" como una reducción progresiva de los enfrentamientos y una eliminación de los temas conflictivos. No obstante, la Unión Soviética nunca dejó lugar a dudas, a pesar del acta de la CSCE, de que al menos en el terreno ideológico no haría ningún tipo de concesiones, y de que proseguiría su "lucha contra el capitalismo", incluso con mayor intensidad. De hecho, se vieron obligados a mantenerla también para justificar el masivo rearme que tuvo lugar de forma simultánea a la "política de distensión": la Unión Soviética, como potencia dominante del "campo socialista" que era, debía ser capaz de proteger a nivel mundial a los "países socialistas amenazados por el capitalismo". La decisión de cambiar de rumbo, pasando de una política internacional claramente defensiva a una ofensiva, podría situarse cronológicamente hacia finales de 1973. Así, al tiempo que se mantenía la ventajosa cooperación con Occidente, se impuso la idea de que había que armarse para el decisivo enfrentamiento que se avecinaba.

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