Crítica a los principales modelos y teorías de las Relaciones Internacionales

1. Idealismo. Entrar en una crítica de los modelos o paradigmas supone valorar los antecedentes históricos. Todos los modelos o imágenes del mundo nacen por oposición a una realidad internacional y científica existente anteriormente. La Gran Guerra supuso diferentes caminos en el acercamiento científico a la realidad internacional, a pesar de que aún seguían existiendo grandes vinculaciones a enfoques jurídicos, históricos y filosóficos. El idealismo surge de la Primera Guerra Mundial, ejerciendo una influencia enorme en la valoración de conceptos claves en los estudios internacionales como el de la guerra y la paz. La corriente idealista buscaba un conocimiento lo más preciso posible del mundo para preservar la paz dentro de un orden internacional racional y justo. Pero, además, supuso una nueva visión del mundo: en primer lugar, llevó el concepto de democracia y justicia al ámbito internacional como fundamento de orden; en segundo lugar, afirmaba el protagonismo de las organizaciones internacionales frente a una visión exclusivamente estatalista del sistema internacional; y en tercer lugar, el fin primero y último de la investigación y reflexión en las relaciones internacionales debía ser la búsqueda de la paz.
Esta nueva visión del mundo iba acompañada de una propuesta para establecer un consenso político respecto a estos principios, que fuera aceptado por todos los Estados, ateniéndose a las bases de racionalidad y respeto de las minorías (sobre la base democrática). Se trataba de un consenso explícitamente representado en los catorce puntos del presidente Wilson. En este contexto, la tendencia era la búsqueda de organizaciones lo más ampliamente aceptadas, donde se armonizaran los diferentes intereses encontrados en el medio internacional. Así, la guerra era desechada como el “elemento determinantes en las relaciones internacionales, dejando paso a los elementos racionales en la política internacional y en la toma de decisiones” (Little). En el libro de Carr, The Twenty Years Crisis, se puede encontrar la crítica más acertada al idealismo. Los sucesos internacionales de los años veinte y treinta pusieron en entredicho la visión idealista, al demostrar que la política exterior de los Estados era contradictoria con las bases asentadas por los enfoques idealistas. Los mecanismos planteados para prevenir la guerra no habían funcionado y los gérmenes de un segundo conflicto estaban sembrados. El fracaso de las soluciones diplomáticas y los intereses de las potencias europeas mostraron que los esfuerzos científicos y académicos para demostrar la disfuncionalidad natural de la guerra habían sido una ilusión. El proyecto de sociedad internacional entró en contradicción con los intereses de los dos Estados en donde inicialmente habían encontrado su raíz el idealismo, y éste perdió su utilidad política.

2. El realismo. La respuesta a la debilidad del idealismo en este período fue la aparición del realismo como modelo o paradigma alternativo, el cual se ha mantenido hasta hace poco tiempo como dominante en las relaciones internacionales. Su definitiva configuración será producto de la experiencia histórica de los años treinta y del período de Guerra Fría, que se abre a partir de 1947. Si los planteamientos filosóficos y políticos hobbesianos habían sido superados por el Contrato Social, este proceso no había sido posible en la explicación y racionalización de los comportamientos en la sociedad internacional. En este ámbito, se consolidaba la teoría política que entronizaba al Estado como suprema unidad política y dividía la vida social en dos mundos contrapuestos -uno, el propio del Estado, en el que se presupone que a través del pacto social reina el orden, la ley y la paz, y otro, el de la sociedad internacional, en el que reinan la anarquía, el estado de naturaleza y la ley del más fuerte-, determinando una visión de la realidad internacional en la que el Estado y el poder se transforman en el actor y factor de referencia para la política y la teoría.
La obra de Carr, dura crítica del idealismo, abona el terreno para que surja Politics Among Nations, de Morgenthau, en donde se exponían las leyes y regularidades de los acontecimientos internacionales. La esencia del realismo era que el comportamiento estaba basado en leyes inmutables de la naturaleza humana. Para comprender las Relaciones Internacionales era necesario elaborar una teoría que, a modo de instrumentos, pusiera en orden acontecimientos que de otra forma permanecerían irracionalmente explicados y permanentemente ininteligibles. A la vez, debía ser una ciencia empírica, puesta al pensamiento “utópico” y “normativo”. La teoría debe brotar de la forma de actuar y pensar en el medio internacional, de la práctica de los hechos y decisiones de la política exterior. Como principio básico, tenemos que el poder es el elemento regulador que asegura un mínimo orden en medio de la naturaleza substancialmente anárquica del sistema internacional, y cuyo fin es la pervivencia y perpetuación de los propios Estados. La ambición de poder es inherente al hombre, dado el sentimiento de inseguridad con que se mueve el mundo. Al no existir un poder superior, los Estados han de velar por la seguridad nacional.
El pensamiento de Morgenthau tuvo una gran repercusión en la comunidad internacional anglosajona y existió una inmediata aceptación de su modelo teórico en el análisis del sistema internacional debido, sobre todo, a tres factores: a) una conciencia común en la creación de nuevos valores en el análisis del sistema internacional, partiendo de la afirmación de los Estados Unidos como mejor modelo para la sociedad internacional; b) una valoración positiva de las ciencias sociales y, dentro de ellas, de las relaciones internacionales, para cubrir campos de investigación novedosos; c) una generalizada decepción ante el fracaso del idealismo para evitar el conflicto. La predisposición intelectual y los factores anteriormente descritos dieron carta de credibilidad inmediata al modelo de Morgenthau. Sin embargo, justamente en el mismo momento en el que este autor establecía y consolidaba este modelo de aproximación a las relaciones internacionales, los métodos en las ciencias sociales tomaron otro camino.

3. Behaviorismo. El behaviorismo o conductismo reclamaba la utilización de los métodos de las ciencias naturales para resolver las no pocas dudas en las investigaciones. Si Morgenthau daba por supuesto una serie de leyes que existían en el medio social, aunque no fueran observables, para los positivistas esta aproximación era inaceptable porque partía de una elaboración teórica en donde sólo tenía cabida aquello que fuera observable. Dos trabajos marcarán el inicio de este enfoque: por un lado, el estudio de Snyder sobre la toma de decisiones, y por otro, los trabajos de Kaplan sobre los sistemas internacionales. Sin embargo, aunque esta aproximación teórica modificó el comportamiento investigador de la comunidad científica a la hora de aproximarse al objeto de estudio, no supuso una modificación de los presupuestos básicos sobre los que se mantenía el modelo o paradigma realista, a saber: dominio del enfoque estatalista, separación de política interior y exterior, primacía de los planteamientos de poder. El behaviorismo ponía todo su énfasis en el análisis de la conducta individual. Para llevar este enfoque al estudio del comportamiento internacional, la solución más fácil fue limitarlo al Estado, al ser el comportamiento de éste el de más peso en el sistema internacional. Así, el behaviorismo seguía circunscrito a un nivel de análisis reducido.

4. Perspectiva sistémica. En este contexto, la perspectiva sistémica se presentó como una solución a las insuficiencias del behaviorismo: la adopción de este enfoque en su planteamiento teórico supuso aunar en una teoría, por una lado, una perspectiva atomística (comprensión de la realidad total a través del conocimiento acumulativo de las partes componentes), y por otro, una perspectiva holística (el todo es algo más que la suma de las partes). El planteamiento teórico de este enfoque suponía hacer bascular el centro de gravedad desde el tradicional énfasis en el análisis de la acción exterior del Estado, de la política exterior, hacia el sistema internacional como totalidad. Sin embargo, en su operar metodológico este enfoque no era muy diferente a los behavioristas, ya que se ocupaba fundamentalmente de los datos empíricos, limitándose a la elaboración de modelos numéricos y a cruces informáticos de variables.

5. Paradigma transnacional, global o de la interdependencia. En los años setenta y ochenta se inicia una reacción que declara la insuficiencia de la visión sistémica, y que tomará como unidad de análisis el individuo y no al Estado, arguyendo que, como consecuencia del desarrollo tecnológico, se debe partir de la existencia de una compleja red de relaciones transnacionales. En este caso, el ataque a los presupuestos realistas es frontal y directo. La primera formulación del modelo transnacional será el que se deriva de los trabajos de Kaiser, en donde se define la sociedad transnacional “como un sistema de interacciones en un área específica, entre dos actores sociales pertenecientes a sistemas nacionales diferentes. En el interior de cada sistema nacional las interacciones son decididas por élites”. Lo normal es que los actores implicados tengan diferente poder político y económico, por lo que con frecuencia se dan relaciones asimétricas, de dominación política y económica.
Keohane y Nye criticaron el modelo estatocéntrico por limitar la política internacional a las relaciones entre gobiernos, y por no tomar en cuenta la importancia política de las “relaciones intersocietarias” y la existencia de actores no estatales como las empresas multinacionales, las ONG, etc. El proceso de modernización de nuestras sociedades “permitió que apareciesen demandas nuevas que se entrelazaban con un sistema de valores propios de la sociedad del bienestar” (Aldecoa). El Estado, para responder a las demandas de desarrollo económico y social, ha tenido que abrirse cada vez más a los intercambios con el exterior y a una interdependencia creciente, cuya primera consecuencia es una atenuación de su autonomía. Así, el Estado ha ido perdiendo el poder y la autonomía que tenía en momentos históricos anteriores. De esta manera, Keohane y Nye definen las relaciones internacionales como “todas las interacciones entre actores en un sistema mundial en el que un actor significativo es cualquier organización o individuo autónomo que controla recursos sustanciales y participa en relaciones políticas, directa o indirectamente, con otros actores a través de las fronteras estatales. Tal actor no necesita ser un Estado”. El programa de investigación de este enfoque sería: a) análisis de las áreas de problemas; b) investigación sobre los actores transnacionales y transgubernamentales; c) estudios dirigidos a iluminar las relaciones entre las áreas de problemas. Así, la política mundial queda dividida en diferentes áreas conflictivas, cuyas relaciones son problemáticas.

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