La “discusión paradigmática” en las Relaciones Internacionales: logros y límites

Al revisar todo el material recopilado con respecto a los modelos de análisis teórico, la primera conclusión a la que se llega es el gran nivel de confusión entre los estudiosos de la teoría internacional, tanto a la hora de definir lo que entienden por “paradigma” -raíz inicial del problema-, como a la hora de distinguir si una determinada construcción teórica suponía un nuevo modelo o concepción del mundo, o era una anterior pero conceptualizada de distinta forma.
Por ejemplo, Ralph Pettmann sugiere que hoy existen dos “paradigmas”, por un lado el pluralista, que correspondería con el modelo tradicional estatocéntrico de política internacional, con una multitud o pluralidad de Estados de desigual capacidad, cada uno persiguiendo su respectivo interés nacional, en una conflictividad propia del sistema internacional; y por otro lado, el estructuralista, que estaría a mitad de camino entre el modelo globalista y el de la dependencia. Para Willetts, existirían tres modelos en competencia: el realista o estatocéntrico; el funcionalista, que emplea teorizaciones caracterizadas por una multiplicidad de actores (behaviorista); y el marxista, caracterizado por el estudio de las consecuencias de los cambios económicos en el sistema capitalista y en el mundo. Arenal y Aldecoa señalan tres paradigmas actuales: el tradicional, también llamado realista o estatocéntrico; el de la dependencia, también llamado neomarxista o estructuralista; y el de la sociedad global transnacional o de la interdependencia.

Sin embargo, la discusión paradigmática es fundamental para conocer claramente la posición que se mantiene, sin enmascarar los argumentos y el fin último del mensaje, adornados a veces con un barroquismo teórico y con métodos novedosos que encubren modelos y propuestas de sobra conocidos. En cualquier caso, la discusión paradigmática no puede ser un sucedáneo del estudio de los diversos análisis teórico.

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